Todo el mundo tiene derecho a reclamar su infancia, a reencontrarse con ese lugar de nuestra memoria en el que fuimos moldeados, más allá de lo que preparó las roturas y las quiebras que somos. Más acá del trauma, de los dolores; más acá de la agridulzura de los recuerdos, todo el mundo tiene derecho a revisitar al niñx que fue y, gracias a ello, volver a sorprenderse.