Al recuperar la voz podemos también recuperar la escucha. No el monólogo, sino el diálogo, no el yo-yo, sino el tú a tú y el nosotras. Si Narciso se zambulló ahogándose en el reflejo de su propia imagen, ¿qué haremos para no sucumbir al solipsismo? Recuperar el vínculo, zambullirnos en él.