Nos rozamos porque no nos queda otra. Nos rozamos porque rozarse es mejor que chocar, y porque en el roce entre dos personas existe la posibilidad del encuentro, del conflicto fértil y del aprendizaje. Aunque, a menudo, el roce es fricción, desestabilización e inquietud. Lo bonito que, por lo tanto, pendiente. Vamos a lo que vamos: no nos queda otra que seguir rozándonos.